sábado, 1 de marzo de 2014

Anthony de Mello - 6 cuentos cortos

Hoy comparto algo distinto a lo que suelo publicar en este blog, unos cuentos para pensar y reflexionar, espero que os gusten.

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LOS MUROS QUE NOS APRISIONAN SON MENTALES, NO REALES

Un oso recorría constantemente arriba y abajo los seis metros de largo de la jaula.
Cuando al cabo de cinco años, quitaron la jaula, el oso siguió recorriendo arriba y abajo los mismo seis metros, como si aún estuviera en la jaula.
Y lo estaba... para él...

NUESTROS ENEMIGOS NO SON LOS QUE NOS ODIAN, SINO AQUELLOS A QUIENES NOSOTROS ODIAMOS

Un ex-convicto de un campo de concentración nazi fue a visitar a un amigo que había compartido con él tan penosa experiencia.
-¿Has olvidado ya a los nazis?- le preguntó su amigo.
- Sí - dijo éste.
- Pues yo no. Aún sigo odiándolos con toda mi alma.
Su amigo le dijo apaciblemente:
- Entonces, aún siguen teniéndote prisionero.

LA MAYORÍA DE LAS VECES, LOS DEFECTOS QUE VEMOS EN LOS DEMÁS SON NUESTROS PROPIOS DEFECTOS

- Perdone señor - dijo el tímido estudiante - pero no he sido capaz de descifrar lo que me escribió usted al margen en mi último examen.
- Le decía que escriba usted de un modo más legible - le replicó el profesor.

EL PODER DEL MIEDO

La Peste se dirigía a Damasco y pasó velozmente junto a la tienda del jefe de una caravana en el desierto.
-¿A dónde vas con tanta prisa? - le preguntó el jefe.
- A Damasco. Pienso cobrarme un millar de vidas.
De regreso a Damasco la Peste pasó de nuevo junto a la caravana. Entonces le dijo el jefe:
- ¡Ya sé que te has cobrado 50.000 vidas, no el millar que habías dicho!
- No - le respondió la Peste - Yo sólo me he cobrado mil vidas, el resto se la ha llevado el miedo.

FELICIDAD

Decía un anciano que sólo se había quejado una vez en toda su vida. Cuando iba con los pies descalzos y no tenía dinero para comprar zapatos.
Entonces vió a un hombre feliz que no tenía pies. Y nunca volvió a quejarse.

DIÓGENES

Estaba el filósofo Diógenes cenando lentejas cuando le vió el filósofo Aristipo, que vivía confortablemente a base de adular al rey.
Y le dijo Aristipo:
- Si aprendieras a ser sumiso al rey, no tendrías que comer esa basura de lentejas.
A lo que replicó Diógenes:
Si hubieras tú aprendido a comer lentejas, no tendrías que adular al rey.


Irene.

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